La industria automotriz se ha visto notablemente perjudicada por la crisis del COVID-19, ya que la mayoría de los fabricantes se han visto obligados a detener toda su actividad. Una de las marcas afectadas ha sido Mazda, que desde sus inicios ha tenido que superar grandes adversidades como la catástrofe de la Bomba de Hiroshima.
En 1929, casi diez años después de la fundación de Mazda como compañía manufacturera de corcho, Hiroshima era una próspera ciudad, la séptima más grande de Japón, con 270,000 habitantes. Apenas dos años después, en 1931, Mazda decide diversificar su negocio y comienza la fabricación del Mazda Go, un motocarro para el transporte de mercancías que enseguida tuvo buena aceptación por la necesidad de vehículos de este tipo.
Todo parecía ir viento en popa, pero la Segunda Guerra Mundial y la bomba atómica lanzada sobre la población el 6 de agosto de 1945 redujo todo a cenizas, tanto a las personas como a la industria. Como consecuencia de la explosión, Mazda perdió 119 empleados y 335 resultaron heridos.
No rendirse jamás
La compañía asiática jugó un papel fundamental en la recuperación de la sociedad nipona. El lugar del impacto de la bomba estaba a tan solo unos kilómetros de la fábrica de Mazda, protegida por el monte Hijiyama, por lo que los daños a los edificios no fueron tan graves como en la mayor parte del resto de Hiroshima. Fue entonces cuando cobró especial importancia el espíritu Mukainada, es decir, la voluntad de no rendirse nunca y resurgir de las catástrofes para hacer las cosas mejor.
Mazda se impuso inmediatamente la responsabilidad de contribuir a los primeros auxilios y a la reconstrucción a largo plazo. Por ello, los empleados comenzaron a repartir material sanitario y montaron centros de atención para facilitar que las familias se reunieran, mientras que los Mazda-GO ayudaron en las labores de desescombro.
Las instalaciones de la fábrica se despejaron para convertirlas en refugios para personas sin hogar, hospitales de campaña e incluso oficinas para el gobierno local y los medios de comunicación nacionales.
Finalmente, tras cuatro duros meses, todo estaba listo para reanudar la producción de los vehículos de tres ruedas, el mencionado Mazda-GO. Para la población de Hiroshima, la recuperación de Mazda fue un signo decisivo del resurgimiento de la ciudad, que renacía de sus cenizas después de superar un episodio que quedó por siempre registrado en los libros de historia. Y fue así como el destino de la ciudad y de la firma automovilística quedaron entrelazados por siempre.
Hoy más que nunca es necesario acordarse del espíritu de Mukainada y de esa manera de afrontar los desafíos, en la que cualquier situación se percibe como una invitación para mejorar las cosas.
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